lunes, 5 de abril de 2010

Una noche nublada...

Es curioso lo que uno puede llegar a sentir por una persona en tan poco tiempo. En la mañana, esa persona solo representa para ti una gran amistad pero conforme avanza el día, te das cuenta de que en la tarde quieres estar con ella y que no quieres que se haga de noche sin recibir un beso suyo. El tiempo transcurre indiscriminadamente y cuanto te das cuenta ya has perdido valiosos momentos que pudieron ser utilizados para llegar al corazón de la persona que quieres.
Las nubes cubrían aquel cielo estrellado que deseábamos ver. Hoy no me toca hablar de mi niña, sino de una persona real a la cual admiro y quiero mucho. Bajo la luna he aprendido como se siente un mero espectador al observar una bella obra de arte a la que no se puede acercar. Sentados en una terraza, sentados a la luz escondida de las estrellas, he sentido una barrera que me separaba de aquella persona. Mis sentimientos hacia ella parecían confusos al principio. Ahora me queda claro que quiero estar a su lado y que derribaría cualquier muralla para estarlo.
Por ahí se dice que estar solo no es que no haya gente, sino que estando rodeado de personas, te falte aquella a quien quieres y consideras especial. Sin embargo, qué significa que estando sin nada de gente y solo esté aquella persona con la que quieres estar, aun así te sientas sólo. Muchas personas menosprecian el valor del silencio y de la soledad. Sin embargo, estando un momento a solas con ella, he sentido que el silencio dice mil palabras y que la soledad se ha envuelto en un mercado de sentimientos. Sentados debajo de las nubes yo solo pedía un poco de lluvia para asemejarse a un sueño que tuve anteriormente.

Estábamos en una iglesia junto con los demás miembros escuchando atentamente a la predicación. Acabando el culto habría un convivio con los miembros de la iglesia arriba, en el salón social. Tras acabar el sermón, todos empezaron a salir por una puerta corrediza de vidrio hacia el salón social. Yo me adelanté y me puse en la puerta central de la iglesia esperando verla para poder decirle algo. Mucha gente salió amontonándose y entre todos ellos pude distinguir a la persona que buscaba. La tomé de la mano y la saqué de la multitud. Le dije que tenía que decirle algo, que si tenía tiempo. Respondió que tenía que subir al salón social para hacer algo, pero que me escucharía atentamente. No recuerdo que llevábamos puesto pero la iglesia venía de blanco en su mayoría. Caminamos el pequeño tramo desde que la tomé hasta afuera de la puerta principal de la iglesia. No nos vimos en esos eternos segundos, pero nuestras manos estaban entrelazadas como un candado que se niega a abrir. Nos pusimos del lado derecho de la entrada del templo y ella se colocó delante de mí. En esos momentos una ligera lluvia empezó a caer sobre nuestros hombros. La lluvia poco a poco se fue intensificando hasta convertirse en un aguacero que terminó empapándonos a los dos. No le di importancia a la lluvia pues estaba con la persona que quería estar y eso me importaba más que una camisa mojada.
La veía directamente a los ojos empapados, su pelo estaba caído por el peso del ligero aguacero. Le recogí el pelo poniéndoselo detrás de la oreja para descubrir su hermoso rostro. La tomé de la nuca y la acerqué a mi cara. Tiempo atrás, ella y yo nos habíamos dicho lo que sentíamos el uno por el otro. Yo le dije que la quería como algo más que una amiga y que quería ser de ella eso que yo mencionaba. Seguía agarrando su nuca, se veía tan bella y la poca luz que había, resplandecía en las pequeñas gotas de agua que recorrían su delicada mejilla. Le dije que ya ambos habíamos dicho nuestros sentimientos y que me gustaría tener una relación con ella. Ella solo sonrió y volteó su mirada apenada por las tenues palabras. No respondió nada y sabía que el tiempo que nos quedaba se acortaba. De la nada, me recorrió un impulso y me abalancé a sus labios como una ligera brisa toca las flores de un campo primaveral. Nuestros labios chocaron en una ligera fricción corporal y en un alboroto sin fin de sentimientos. Nos despegamos casi inmediatamente para el tiempo, pero para mí, las gotas de lluvia se congelaron en el espacio y solo existíamos ella y yo, nuestros cuerpos y nuestras almas danzaban en un baile sin movimiento. Nuestras miradas chocaron como dos seres que en su intento de no encontrarse, su encuentro se vuelve especial y vergonzoso. Lo próximo que recuerdo es el oír de las gotas chocar contra la calle vacía de enfrente de la iglesia y el ver una hermosa sonrisa tras el inesperado encuentro.
Nuestros labios ya se habían separado pero aún quedaba la sensación del pequeño rose que había detenido nuestros mundos por un instante. Antes de que pudiera mencionar una palabra ella dijo que tenía que retirarse. Sabía a donde iba y lo que tenía que hacer así que le dije que estaba bien. No fui inmediatamente tras ella. Caminé al salón social por la puerta a un costado y me acomodé entre todos los miembros que estaban ahí reunidos. Me coloqué enfrente de una barda al fondo del salón social. De pronto la veo entrar por la puerta principal del lugar y desde lejos me le quedé mirando con un sentimiento de paz y alegría. Gracias…Niche.


sábado, 20 de marzo de 2010

La cima de mis sueños...

Era ya casi de noche cuando llegamos a la cima de la montaña. Había sido un camino largo y cansado. Mi amigo y yo nos detuvimos un poco para admirar el paisaje que nos daba la montaña de la antigua y bella ciudad. Se veían los edificios anaranjados por el ocaso del sol. Se empezaban a ver las luces de las calles y los carros encenderse para alumbrar la imagen de aquella ciudad.
Casi era de noche y mi amigo empezó a conversar conmigo. Me preguntó cómo íbamos a bajar, que ya era muy tarde y el descenso por la inmensa montaña podría resultar peligroso. Esa ansiedad provino de lo oscuro de la verdea y la presencia de animales salvajes en la misma. Le respondí que no sabía, que ya veríamos la forma de bajar.
Atrás de nosotros se encontraba una colima que tapaba la vista del panorama del paisaje de la montaña. Le sugerí a mi amigo pasar la colima por encima y dirigirnos a una estación unos pasos más adentro en el paisaje. Subimos la colima y en la cima todo el panorama cambió. El cielo dejó de estar oscuro y se tornó azul claro. Las nubes grisáceas que nos habían acompañado en la oscuridad se tornaron en blancas resplandecientes como la blancura de la nieve. El pasto que pisábamos tenía un color verde vivo. Mi amigo y yo sentíamos una felicidad inmensa al ver la belleza que nos rodeaba en el paisaje.
Al verlo todo no dudamos en lanzarnos boca abajo a abrazar la tierra en la que estábamos parados. Caímos agarrando el pasto verde que nos rodeaba. Dimos vuelta y sentimos lo suave de las hojas en nuestra cara. Al pararnos de pie seguimos nuestro camino a la estación. Después de unos pasos vimos un claro y apacible arroyo que cruzaba y complementaba aquel hermoso paisaje. Nos acercamos a él y empezamos a verlo detenidamente. El arroyo fluía tranquilamente. Tenía sus aguas tan claras que se podía ver el fondo sin ningún problema. Tenía una profundidad de metro y medio aproximadamente. Sentimos una extraña necesidad de beber de aquel deleitable arroyo, pero antes de hacerlo alguien nos detuvo.
Mientras contemplábamos la belleza del riachuelo vimos que se acercaban dos personas, una era mi mejor amiga, la otra una amiga de ella. Llegaron con nosotros y empezamos a platicar del arroyo. Mientras lo veíamos surgió la idea de beber de él. La primera en beber fue la amiga de mi mejor amiga. Se agachó y acerco su mano para recoger un poco de agua y llevársela a su boca. Dijo que el agua estaba deliciosa y que es el agua más buena que había probado en su vida. Yo fui el siguiente que iba a probarla, pero antes me puse a observar el arroyo de manera más atenta. Al otro lado había una tapa rosada junto al pasto adyacente al río. Decidí quitarla para evitar que contaminara aquella belleza tan perfecta. Acercando mi rostro para tomar agua me di cuenta de que un bicho curioso permanecía inmóvil a la mitad del arroyo. Era de color café, no sé si estaba muerto o vivo pero yacía parado, suspendido a la mitad de la profundidad del riachuelo. No me importó el bicho y sumergí mi mano derecha para sacar un poco de aquella agua. La bebí e inmediatamente me puse de pie. Al lado izquierdo mío había una pared como de escalar, sin darle mucha importancia proseguimos nuestro camino a la estación.
Caminamos los cuatro juntos contemplando el paisaje a nuestro alrededor hasta llegar a la estación. Al llegar tocamos la puerta mi amigo y yo mientras mi mejor amiga y su amiga esperaban atrás. Se abrió la puerta y salió un hombre como de treinta años de edad con una camisa a cuadros y un pantalón de mezclilla. Le preguntamos cómo podíamos bajar de la montaña de manera segura porque la noche oscurecía el camino. Salió un poco de la puerta y levantó una enorme roca con tanta facilidad que parecía que no pesaba nada y así era. Debajo de la piedra se encontraba un túnel que según él daba con el pie de la montaña. Volvió a la estación y cerró la puerta. Fuimos con nuestras dos amigas y les contamos la forma de salir.
Antes de dirigirnos al túnel, nuestras amigas nos hicieron una pregunta. Nos preguntaron dónde estaba el tesoro de estas tierras. Yo le respondí que todo a nuestro alrededor era un bello tesoro natural. Ellas me dijeron que tenía razón pero que debía haber algo más. Levanté la misma piedra que el señor levantó y la estrellé en contra de una pared cercana a la estación. La piedra se desmoronó en muchos pedazos grandes y en uno de ellos vi una pepita de oro. Mi mejor amiga me pidió por favor que le diera la pepita, así que se la di. Seguí rompiendo la piedra con mucha facilidad y encontré otra pepita de oro, la cual guardé en mi bolsillo derecho. Mi amigo me preguntó si había más pepitas, pero ya no pude sacar más.
Después de recoger la pepita regresamos a la estación y entramos a ella. Vimos al señor y le reclamamos por qué tenía todo ese oro oculto para él. Él respondió que era suyo. Yo le dije que lo denunciaríamos para que te quitaran el oro. Salió corriendo al paisaje y tomó otra de las piedras que contenían oro destapando así un segundo túnel. Volvió a entrar a la estación reclamando que el oro era suyo. La piedra había tomado forma de cabeza humana y la cargada abrazándola con ambos brazos. En el inter mi mejor amiga me preguntó si estaba bien lo que estábamos haciendo. Le respondí con otra pregunta, si estaba bien robar. Ella me respondió obvio que no, pero que mirara bien. Me dijo si estaba bien destruir el futuro que el señor había construido con el oro, arruinar su vida, solo por hacer lo correcto. Me quedé callado.
Salimos de la estación y nos dirigimos a la bajada. Destapamos una tercera roca que se encontraba cerca y descubrimos un nuevo túnel. Nos dejamos caer por el túnel, parecía como un resbaladero sin fin. Estaba oscuro y caíamos a gran velocidad. Después de un tiempo llegamos al pie de la montaña. Era un lugar oscuro y los cuatro nos miramos extrañados. Una voz sonó preguntando dónde estábamos. Respondí no sé, pero hemos llegado.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Para una amiga muy especial...

Mi inocente niña...


Hace mucho que no me sentía así, hoy me he despertado con un vacío en mi mente y en mi corazón. Hoy me he enamorado de mi niña ideal, aquella que solo se encuentra en mis pensamientos. La conocía de una manera diferente, no era mi niña adoptada que me había ayudado a salvar la galaxia y muerta por mi estupidez. No era mi hija que había nacido de una madre y esposa imaginaria. La soñé como una chava hermosa, radiante, ideal, en fin perfecta para mí.
Mi sueño no se llevó a cabo en mi cama durante mis horas regulares de dormir. La soñé durante una clase libre en mi escuela, no me quejo de la ubicación más agradezco que el pequeño tiempo que me tomé, mi mente lo aprovechó en ella.
Era un día normal de clases en la preparatoria. Era la clase previa al descanso y no teníamos maestro. Mi grupo y yo habíamos organizado una especie de convivio, y sin maestros nos disponíamos a llevarlo a cabo. Para comer quedamos que serían sincronizados con frijoles. Tres amigas del salón se encargaron de prepararlas para repartirlas a todo el salón. Yo vagamente veía lo que sucedía pues las luces estaban apagadas y a penas me despertaba de soñar. Pareciera que la realidad en la que vivo son mis sueños y que mis sueños son la realidad en la que debo vivir. Me dormí en el banco en el que soñaba en la realidad y me desperté en el banco de mis sueños.
A mi izquierda estaba una de mis amigas encargadas de preparar la comida. Ella preparó el primer plato y cuando la vi, se disponía a comérselo. Le pregunté por qué se lo comía, si aún no era hora del convivo. Me respondió que era porque tenía hambre. No pregunté más. Se pueden preguntar por qué no voy directo al grano y describo a mi niña, pues de ella se trata este relato. El relato sí se trata sobre ella, pero quiero mostrar una parte muy importante de la relación entre ella y yo. Me levanté de mi entresueño y del banco en el que estaba. El banco se encontraba al lado de una ventana. Caminé hacia la parte delantera del salón de clases donde se encontraba un escritorio. En mi camino alguien de mis compañeros prendió las luces, no vi quién era, pero creo que es irrelevante para el acontecimiento.
Al llegar a adelante di vuelta hacia la izquierda rumbo a la puerta, observé a tres compañeros que estaban jugando en sus computadoras portátiles. El juego era de unas lombrices que tenían que matarse entre ellas. De nuevo esto puede parecer irrelevante, pero establezco mi punto. Algo curioso es que yo sabía que eran lombrices pero su imagen se asemejaba más a la de un caracol.
Al llegar a la puerta, no salí del salón, regresé hacia el escritorio donde me topé con dos compañeros. Ambos sostenían una caja de modelos a escalas de robots de una serie muy conocida. A mí me encantan ese tipo de juguetes, así que les pregunté que donde los habían conseguido, ya que para estos tiempos ya no se producen más. Me dijeron que habían sido un regalo de otro compañero, al cual señalaron. Volteé mi cabeza a ver a la persona señalada, la cual se encontraba en el medio al fondo del salón. Le pregunté donde los había comprado, pero no me supo responder. Volví mi mirada al escritorio y ya no estaban mis compañeros, pero las cajas de los juguetes seguían ahí. Los tomé y me di cuenta que justo encima del escritorio había un estante con muchos juguetes. No tomé ninguno porque en ese momento me di cuenta de que tenía hambre.
Volví rumbo a la puerta y en las dos últimas filas se encontraban mis compañeras preparando la comida para el convivio. Ahora no preparaban sincronizadas sino molletes con frijoles y queso. Yo accedí a ayudarles a repartir la comida para agilizar el proceso y así comer antes. Empecé a repartir la comida y me topé con la misma compañera que ya había comido antes. Le pregunté por qué agarraba otro plato si ella ya se había servido y me dijo que era porque seguía con hambre. No le di mucha importancia y seguí repartiendo platos. De nuevo regresé con ella y le recogí el plato pensando que era para servirse, pero luego recordé que ella se lo comería así que le pedí disculpas. Ella respondió diciendo que no había problema porque no lo comería, entonces se lo di a alguien más. Ese fue el último plato que repartí y creo que yo no comí, pero no es de gran importancia, ya que en estos casos no te da hambre. Me volteé hacia la puerta y esta vez si la abrí. Había unas escaleras a la izquierda que iban hacia arriba donde había una especie de cafetería. Subí las escaleras y entré a la cafetería. Aquí aparece mi niña. Espero hayan entendido mi punto.
La cafetería estaba dividida en tres partes. El pasillo que era por donde entré, un ala a la izquierda que estaba separada del resto por una pared de vidrio y un ala a la derecha continua al pasillo. En ambas alas había mesas para sentarse. En el ala de la izquierda había una tele encendida y en el ala de la derecha se encontraba la barra de alimentos. El nombre de la cafetería no lo recuerdo pero sonaba a algo Factory. Seguí caminando hacia el frente del pasillo y vi que un buen amigo estaba sentado en una mesa grande en el ala izquierda. Pasé la pared de vidrio y me senté enfrente de él. Él estaba comiendo un helado de cappuccino y veía un programa en el televisor. El plato de helado era grande y en el otro extremo se encontraba otra cuchara. Ambos comíamos helado del mismo plato mientras conversábamos y veíamos la tele. Después de un rato se acabó el postre y me dirigí a él para pedirle más comida porque tenía hambre. Él me mostró una cara de desapruebo y solo puso dinero sobre la mesa y me dijo que yo fuera. No repelé.
Me levanté de la mesa y me dirigía a la barra de alimentos, pero ella me detuvo. Al cruzar la pared de vidrio volteé hacia la derecha y la vi. Era una chava hermosa, no era ni más grande ni más pequeña que yo. Era de mi edad y de mi estatura. La vi de espaldas parada enfrente de un espejo. No dudé en acercarme a ella y empezar a hablarle. Al parecer ya la conocía, claro que la conozco, es mi niña después de todo. Todo empezó con un hola normal, nada de cosas extravagantes y sin dificultades. Al continuar nuestra plática empecé a quedarme sin habla. Ella se veía tierna, hermosa, inocente y un tanto tímida. Yo me asusté un poco y empecé a desesperarme porque no podía hablar bien con ella. Era una chava muy bonita. Tenía el pelo largo y rubio con rayos castaños. Sus ojos eran de color azul y su piel era blanca como la nieve. Era delgada y tenía una figura perfecta. Ella es para mí todo lo que había deseado. Debido a esto me animé a hacer lo siguiente. En medio de nuestra conversación le pregunté a media voz que si quería salir conmigo. Ella me respondió que no podía porque su padre no la iba a dejar. Yo le seguí insistiendo. Le dije que me diera una oportunidad para ver como resultaban las cosas. Ella seguía con la cabeza agachada, aún sin acceder. Le volví a insistir pero esta vez la sujeté del hombro y la acerqué a mí. La estaba abrazando y nos veíamos enfrente del espejo. Le decía que nos viera juntos, lo bonito que nos veíamos y la pareja perfecta que hacíamos. Ella levantó la mirada y sonrió, pero al mismo momento me apartó de su lado.
Yo estaba a su lado izquierdo y ella a mi lado derecho. Al alejarnos la puerta detrás de mí en el pasillo se abrió y entraron muchas personas. Entre la multitud del pasillo nos perdimos. No sé si lo mencioné antes, pero la cafetería estaba sola, solo mi buen amigo, mi niña y yo. Después que la perdí de vista estaba un poco deprimido y pensaba en ella. No me atrevía a regresar con mi amigo así que me dirigí a una mesa en el ala derecha de la cafetería. Me senté en silencio en una mesa en la esquina del cuarto. La silla en donde estaba sentado estaba pegada a la pared. A mi lado izquierdo se encontraba una chava desconocida para mí y frente a ella otra.
Después de un tiempo enfrente de mí se sentó una chava que solo he visto en televisión. No estábamos hablando, yo permanecía en silencio al igual que ella. Después de un tiempo dije en voz alta “soy patético”. La chava enfrente de mí me volteó a ver y puso una cara de desagrado, se paró y se fue de la mesa. Se dirigió hacia el cuarto donde estaba mi amigo, abrió la puerta corrediza de cristal, entró y se sentó junto a él. No sé de qué habrán hablado, pero ya no les puse atención. Después de ver alejarse a esa chava regresé mi mirada a las otras dos chavas que estaban a mi lado izquierdo. Ellas también se alejaron mirándome de forma curiosa. Después de un tiempo me encontraba sólo en la mesa.
Pasó un rato estando sólo en la mesa cuando vi a un señor caminar dentro de la cafetería. Era un hombre alto, caucásico, no tenía pelo, complexión mediana. Llevaba puesto un traje blanco, zapatos blancos y una camisa azul celeste. Inmediatamente lo reconocí y me acerqué para hablarle. Mi problema del habla regresó y con el mi angustia. El era su padre, no sé como lo conocía y se me hace raro porque yo soy su padre, quizás solo era por mi sueño o quizás, solo quizás, él es alguien más.
No hablamos como normalmente alguien le hablaría al padre de una niña. Empezamos a discutir por qué yo no podía estar con ella si yo la quería, la quiero, la querré. A media voz le dije que ella es una niña hermosa, que es la mujer indicada para mí, que yo la quería, quería estar con ella y que no dejaría esa idea por nada del mundo. Mientras argüía con él, imágenes de ella vinieron a mi mente. La veía resplandeciente, tierna, tal y como ella es. Después de discutir un rato con él, accedió a dejarme estar con su hija con una condición, hacer un compromiso con él por ella.
Aparecimos sentados en una mesa rectangular. La misma donde me había sentado con la chava de la televisión tiempo atrás. Estaba yo del lado derecho y él del lado izquierdo. Estábamos cara a cara y el compromiso comenzó. Enfrente de cada uno de nosotros había dos estatuillas al estilo hawaiano. Una era de un hombre, la ora de una mujer. Él empezó agarrando la estatuilla del hombre y la colocó enfrente. Yo lo imité y puse la estatuilla del hombre también. Después él tomó la estatuilla de la mujer y la puso enfrente de mí. Volví a imitarlo, tomé la estatuilla de la mujer y la coloqué enfrente de él. Ya todo había quedado. Él me dijo que ahora podía estar con su hija.
Me quedé de nuevo sólo en la mesa. No estaba ni él, ni ella, ni las chavas que antes me acompañaron, ni mi buen amigo, nadie, nadie estaba conmigo. De pronto sonaron unas frases en mi cabeza:
-Bien, lo has conseguido.
-Espera, estamos en la cafetería.
- Oh!, ya entiendo.
Estas últimas palaras son las que resuenan en mi cabeza, una vez más he perdido la imagen de mi inocente niña, pero estoy seguro de que aún existe donde la dejé. Espero algún día volverla a ver.

sábado, 6 de marzo de 2010

Tu sonrisa...

Tu sonrisa es la luz que guía mi camino cuando la noche ha oscurecido mi sendero.
Por favor no me dejes ciego ni me dejes caer en penumbra,
manten siempre alumbrado ese faro que me lleva a ti sano y salvo.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Berserker...

Era de día y la multitud se agolpaba en el coliseo. Aun no salía a la arena, pero sentía el calor del sol golpeando la arena de nuestra tumba. Hoy debía salir a convertir a mi oponente más duro hasta ahora. Creo que lo llamaban Berserker. Era un tipo grande y calvo, de apariencia fea. Tenía cicatrices que reflejaban sus anteriores combates. Fácil media tres veces lo que yo y probablemente pesaba infinitamente más que yo. Yo, por otra parte, no era tan fuerte ni alto como él, pero sin duda le ganaba en agilidad.
Se destinaba a ser un combate a muerte por cuestiones de no sé que de la ciudad, así que uno de los dos debía caer en aquel duelo. Al entrar los dos en la arena, pude contemplar el horror del cual había tenido miedo durante todo este tiempo. Los dos nos pusimos frente a frente y contuvimos nuestra sed de victoria hasta que se nos diera la orden. Una vez dada, empezó la pesadilla.
El coliseo se había convertido en un infierno. No veía otra cosa más que los ojos rojos de Berserker, unos ojos penetrantes, llenos de furia y de sed de sangre. Alrededor de mi solo escuchaba el alarido de la gente, gritando, desesperados porque la pelea empezara. Fui el primero en hacer un movimiento, supongo que eso me favoreció al final de cuentas.
Se veía como un relámpago azul que rayaba la coraza de aquel enorme titán sin hacerle ni un rasguño. Yo traía una vestimenta ligera, azul marino. Era una vestimenta que me había dado mi rey, se me había sido dada por ser uno de los guerreros más valientes de mi época, por haber protegido a mi rey de las manos enemigas hasta la muerte. Seguía viéndose como una ráfaga de viento claro y cargado de desesperación los golpes y patadas que le daba al monstruo con tal de tumbarlo. Ahora mi vestimenta no tenía valor alguno, pues mi rey ya había muerto y yo, pues… El no portaba ni una armadura que lo protegiera de mis ataques, ni siquiera una camisa que ocultara su temible musculatura. Solo portaba unos pantalones blancos, que contrastaban con el aspecto negro y de terror que portaba, era algo irónico y a la vez cómico, pero no podía pensar en aquello, pues mi vida corría peligro.
Las patadas y golpes que hasta ahora le había brindado no le habían causado ningún efecto. Seguía en pie aquella pared humana, supongo que mi cara en ese momento fue de un espanto terrible puesto que no le había hecho nada y mi cansancio estaba empezando a notarse. Paré un poco y me puse enfrente de él, pésima acción. De un solo movimiento y en menos de un segundo su furia se concentró en un solo golpe que entro directamente en el costado izquierdo de mi rostro. Recuerdo que el golpe entro directo a mi lado izquierdo porque de repente deje de sentirlo. Vi su brazo enorme acercarse a mí con tal rapidez que no pude hacer nada, sentí como cada uno de sus nudillos golpeaban mi pómulo izquierdo, después deje de sentir. Tan solo veía como el aire azul que antes bailaba alrededor de la bestia se tornó rojo, un rojo intenso, hasta que me di cuenta de que era mi sangre. Veía como hilos de sangre emanaban de mi boca destruida, hilos suspendidos en el aire como si alguien los sujetara y con ellos me sujetaran a mí para seguir adelante en la pelea.
Me encontraba en el piso, recostado sobre mi lado derecho. No sentía mi cabeza después de descomunal sacudida que me había metido, pero seguía con vida y mi coraje estaba más encendido que nunca para seguir en el combate, después de todo eso reflejaba mi vestimenta. Me paré de un salto y me encontré de nuevo enfrente de aquel titán que me había tumbado de un solo golpe. Ambos pusimos posiciones de combate, uno frente al otro. Mi cuerpo se encontraba ligeramente inclinado hacia él y él solo se encontraba parado enfrente de mí. Nos dispusimos a empezar la carrera para encontrarnos de nuevo en el calor de la pelea. Antes de mover un músculo, se escucho en gran estruendo en toda la arena y una gran nube de polvo se alzaba enfrente de mí que dificultaba mi visibilidad, que muy apenas distinguía la figura de mi oponente, sin embargo algo me parecía diferente.
Después de unos segundos se disipó aquella cortina de polvo que evitaba que lo viera claramente. Veía, pero veía una imagen que para mi ser era completamente irracional, algo que no pensaba que podría ser real, sin embargo estaba ahí. Enfrente de mí se encontraba aquella bestia, tendida sobre la arena, apoyada sobre su rodilla derecha. Se encontraba exhausto, batallando para jalar algo de aire. Su figura obscura y atemorizante ahora se veía roja y dócil. Estaba postrado enfrente de mí, y a pesar de que aun se veía más alto que yo, el temor hacia él se hacía cada vez menor. Era una imagen un tanto difícil de comprender, pues mis golpes no le habían hecho nada en el momento, pero ahora, ahora era diferente. Estaba con moretones y sangrante de todo el cuerpo, las heridas de mis piernas y puños ahora se encontraban visibles. Su cara era lo que más me impactó en ese momento. Su rostro se encontraba hinchado y sus labios abiertos. Supongo que fue porque la mayoría de mis golpes los dirigí a esa parte para intentar causar el mayor daño posible. Después de todo, así fue. La pared humana que antes se mostraba indoblegable, ahora estaba caída y de ella emanaban ríos de sangre. Tenía la boca abierta, supongo que intentaba maldecirme, pero no podía, en cada jadeo que daba, él escupía una cantidad abundante de sangre. Pensé que todo había acabado ya, pero no fue así.
Vi volver a levantarse esa muralla de hierro innegable delante de mis ojos. Vi recobrar ese terror que antes había recorrido toda mi médula y que ahora se mostraba más latente que antes. Estaba furioso, se alzó con el mismo estruendo que se le escuchó caer. Estaba de pie, su respiración había cambiado, su porte era imponente, sus venas resaltaban y sus músculos estaban tan tensionados que las heridas desbordaban ríos de sangre. No tenía ninguna duda que ahora se dirigiría hacia mí con toda su fuerza. Mucho tiempo antes, ambos éramos héroes destinados a la gloria en nuestras naciones. Su fuerza lo había hecho ganar tantas batallas, que se le creía indestructible. Mi coraje y astucia me habían hecho ganar el más alto reconocimiento en mi nación. Ahora veía aquella fuerza desbordarse enfrente de mis ojos. Tomo posición, exhalo tan hondo que el aire se volvió espeso y corrió hacia mí. No sabía si quitarme del camino o seguir de pie y esperar lo mejor. El miedo paralizó mis nervios, así que solo me quede ahí, en posición de ataque, esperando a que llegara. Se acercaba más y más, mi cuerpo seguía sin responder, aunque ya era demasiado tarde, solo me quedaba enfrentarme a la brutalidad de la bestia con mi vestimenta y yo. Justo antes de que me golpeara con sus imponentes brazos me agaché, debió haber sido un movimiento rápido y sin errores. Solo sentí pasar un tanque encima de mí y luego un sonido tan espeluznante. Las paredes del coliseo se derrumbaban, la gente corría despavorida, y se escuchaban gritos de desesperación y el llanto de la gente. La pared del coliseo se había derrumbado arriba de aquel coloso. Su cuerpo yacía inerte entre los escombros y los cadáveres de la gente. No sabía que pensar, había sido un golpe duro sin duda, pero era un guerrero indestructible, no supuse que eso lo acabaría. No le di oportunidad de levantarse, así que me dirigí hacia él monstruo y quité varios de los escombros que había sobre su rostro. Arriba de él no titubee en darle una ráfaga de golpes sobre su rostro. Mis puños dolían y tal vez sangraban, pero su cara se iba deformando cada vez más. De su rostro empezó a brotar sangre en abundancia. Mi vestimenta azul había quedado manchada por la sangre de aquel gigante, supongo que mi rey hubiera estado orgulloso. Después de que deje de sentir su respiración, paré de golpear. Me puse de pie encima del pecho de aquel enorme ser que me había causado tanto terror y que ahora estaba debajo de mí. Se escuchaba el clamor de la gente por la victoria que había obtenido. Era un sonido curioso, aún se escuchaba caer escombro de las paredes que había derrumbado, se escuchaba el grito de victoria de la gente a favor mía, se escuchaba el enojo de la gente que apoyaba a mi contrincante, se escuchaba el llanto de la gente que había perdido a amigos y familiares tras esa explosión en el coliseo, se escuchaba la sangre de la bestia recorrer su cuerpo. Sin embargo, yo lo único que oía, era el silencio, el silencio que había quedado tras la guerra librada en este escenario. Escuchaba la arena levantarse del piso y rozar mi piel, escuchaba el tenue viento rozar mi rostro y mi cabello y escuchaba mi ligera respiración, ahora sin agitación ni el miedo que antes se había apoderado de mí en aquel combate. Voltee a ver el cuerpo de mi rival, empezaba a desvanecerse. Era un polvo resplandeciente que se combinaba con la arena que se levantaba en el coliseo. Es la última imagen que recuerdo de él.

lunes, 19 de octubre de 2009

Hipocresía...

A veces el respeto no es mas que una refinada forma de hipocresía.
 
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