
Insomnio, pienso entre cuatro paredes, abrazo la soledad.

Dos años han pasado desde mi primer escrito. Les comparto una parte de mi mundo por medio de mi arte favorito, la literatura. Espero disfruten de su estancia. "La vida es corta y los sueños largos, así que a soñar."
Insomnio, pienso entre cuatro paredes, abrazo la soledad.
¿Dónde estoy? ¿Dónde me encuentro? Hoy me he levantado con una sensación extraña. Estas dos preguntas resuenan en mi cabeza y no encuentro la respuesta. Me siento diferente comparado a como me sentía ayer. Siento que algo ha cambiado, pero no sé que es. Hace frío en el cuarto en el que estoy. No sé donde quede esta habitación, ni sé si es mía o no, pero hay una cama y estoy recostado sobre ella. Lentamente comienzo a mover mis extremidades para intentar sentir algo, pero no hay nada, solo el vacío de la cama al recorrerla con mis dedos. Abro mis ojos poco a poco para intentar reconocer mis alrededores. No hay nadie. Enfrente de mí se encuentra otra cama, alguien debe dormir en ella, pero no lo conozco. Termino de abrir mis ojos y logro ver el cuarto en su totalidad. Es un tanto pequeño pero acogedor, con un color monótono en sus paredes que me rodean incesantemente. Veo una ventana y una tenue luz solar traspasar por sus cortinas. Parece que es de mañana, pero no recuerdo haberme quedado dormido ¿Estaré soñando?
No logro recordar ningún momento previo a mi estadía en este lugar. Ahora sólo existimos él y yo. Que curiosa combinación, un cuarto desconocido y un habitante errante. Cautelosamente me paro de la cama y pongo mis pies sobre la fría alfombra. Camino tambaleándome hacia la puerta que pienso es la salida de esta prisión. La abro con un miedo infundado por no saber qué habrá del otro lado. Termino de abrir la puerta y lo único que veo es un pasillo oscuro lleno de puertas idénticas a la mía. Doy pasos lentamente para alejarme lo más posible de donde estaba. A pesar de no conocer aquella vieja habitación me da miedo dejarla atrás. Creo que ahora aquel cuarto es aquello que las personas normales llamarían hogar.
No hay ninguna luz en aquel tétrico pasillo. Ninguna de las infinitas puertas se encuentra abierta, solo la mía. Volteo hacia ambos lados para intentar encontrar una salida de este horrible confinamiento. A la izquierda solo se encuentra una pared de concreto, donde no hay más que otro rincón oscuro. Hacia la derecha logré divisar una puerta entreabierta al final del pasillo. Siento la sensación de que podría ser la única salida de mi encierro. Camino cautelosamente por el corredor cubierto de sombras. Mantengo mi mirada fija a la puerta para asegurarme de que no se cierre. Doy pasos cortos con un miedo aterrador porque mi hogar me prohibiera su entrada al único lugar con luz y en el cual me siento seguro. Después de alejarme un poco comienzo a escuchar ruidos extraños provenientes detrás de las puertas y de las paredes. Me entra una sensación de escalofrío y comienzo a apresurar el paso. Bajo un poco la mirada hacia el piso intentando no dejar de ver la puerta del todo. Camino más y más rápido, pero el pasillo parece hacerse cada vez más largo y la salida parece alejarse cada vez más. Dejo de ver la puerta por un momento y dirijo mi mirada hacia mis pies. Veo unas sombras escalofriantes moverse alrededor de mí. Los ruidos se hacen cada vez más fuertes. Gritos y lamentos se escuchan alrededor de mí. Comienzo a correr para dejar todo eso atrás. Corro como nunca antes lo había hecho para alcanzar la manivela de la puerta. La alcancé. La abro rápidamente para escapar del oscuro corredor. Al abrirla no hay más que oscuridad alrededor, pero al menos los gritos y el pasillo han desaparecido. En medio de la oscuridad escucho un curioso silbido. Veo a lo lejos un extraño faro alumbrar hacia mi dirección. Me le quedo viendo fijamente y comienzo a observar que la luz se vuelve más intensa y más grande. Junto con la luz se comienza a escuchar el silbido más cercano. Empiezo a ver una extraña figura acercarse a mí, parece ser un tren. Doy un paso atrás y veo pasar delante de mis ojos aquel largo y doloroso tren que me había separado de ella. Ahora lo recuerdo. Sé dónde estaba antes de aquí. Estaba con ella.
Viajo sólo en un tren lleno de personas desconocidas. Me dirijo hacia un destino incierto sin un fin en lo absoluto. Escucho el rechinido de las vías al chocar con las ruedas del tren. Escucho el vagón tambalearse sobre los rieles. Escucho el incesante parloteo de los seres que me rodean. Hace un calor incontenible dentro del vagón en el que me encuentro. Avanzo un par de calles con el mismo sentimiento hasta llegar a una ciudad que no conozco. No recuerdo a qué fui, pero ahí estaba. Me bajé del tren sin ningún apuro. Me moví en el andén entre la gente que me acompañaban. Trataba de salir de esa bola de humanidad que me sofocaba. Lo logré. Me escabullí entre todos hasta lograr respirar el aire infestado de dolor de aquella metrópoli. Me mantuve vagando entre las sobrepobladas calles de la ciudad por un largo rato. Creo haberla recorrido toda en una sola visita. Me senté a descansar en una pequeña banca de concreto bajo la sombra de un árbol. Estaba cansado de andar por aquellas sucias avenidas. Me encontraba agotado de estar caminando a la par de seres inanimados que no conocía. Incluso en mi intento de descansar se encontraban dos seres expidiendo un humo despreciable que me ahogaba. Me levanté súbitamente harto de oler aquel hedor que expedían. Fue cuando me paré que sucedió algo maravilloso. Entre toda la gente amontonada y el pestilente olor logré reconocer un hermoso destello, su suave y dulce fragancia, era ella.
Ahí estaba ella, caminando entre la multitud de seres inanimados con su siempre bella sonrisa. Ambos nos quedamos viendo mutuamente, congelados en medio de aquella sucia ciudad. Cuando reaccionamos, ambos corrimos hacia los brazos del otro. Los segundos entre ella y yo se hicieron eternos. Ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que la vi. En aquellos días ella y yo teníamos una relación muy bonita, pero acabó por una estupidez mía. Ahora solo quedan las cenizas de aquella unión bajo la simbólica llama que se encuentra sobre nuestras cabezas. Avanzo rápido y lentamente hacia ella, nervioso porque no sabía que decirle ni cómo reaccionaría ante ella. Ambos teníamos una sonrisa de par en par mientras nos acercábamos. Al llegar no salió ninguna palabra de nuestras bocas sino un bello y sincero abrazo. En medio del frío de aquella humanidad detestable, por un momento, pude sentir el calor humano de una persona que tanto quiero. Nos separamos lentamente mientras reíamos y nos mirábamos mutuamente. Nos abrazamos muchas veces más. Movimiento de brazos y cuerpos entrelazados para recordar aquellos dichosos tiempos que habían desaparecido y que ahora recordábamos con un sincero abrazo y una honesta sonrisa. Nos separamos una vez más y volví a recorrer aquella ciudad, pero esta vez no estaba sólo, estaba con ella.
Las calles de la vieja ciudad se inundaron de un aroma cautivante. La suciedad era desplazada por su presencia. Las tortuosas horas de soledad se habían convertido en dichosos momentos a su lado. Los minutos pasaron y los instantes pasaron a ser un fragante recuerdo en mi memoria. Después de muchos años había vuelto a sentir lo mismo por ella. Como si el tiempo no hubiera pasado, parecía que aun éramos esos dos niños escondidos del mundo por temor a que nos vieran mal. Seguíamos siendo esos dos niñatos que peleaban constantemente pero que en el fondo sentíamos un profundo cariño mutuo. Seguíamos siendo esos dos críos que corrían libres por la calle de los recuerdos, jugando a empujarse debajo de la lluvia. Caminábamos con un porte maduro, pero ambos sabíamos que éramos diferentes. Entre todas las caras tristes y caídas se podían observar dos sonrisas de par en par, felices por estar juntos. Estábamos felices.
Las horas pasaron y ninguno quería que se terminaran. Aunque ambos sabíamos que así tenía que ser. Llegó el momento en el que teníamos que separarnos. Juntos caminamos el último tramo rumbo a nuestro lugar de partida. No sé ella, pero yo estaba triste porque una vez más nos tendríamos que separar. Después de tres años sin verla, no quería que nuestro tiempo se acabara, deseaba quedarme con ella para siempre, pero sabía que era imposible. Días después yo habría de partir y cada quién seguiría con su vida, pero no me importaba, aprovechaba cada momento con ella. Caminábamos debajo del intenso sol rumbo a nuestra despedida. Ella tenía unos anteojos oscuros, no sabría decir cuál era el motivo, pero de yo tenerlos los hubiera usado para ocultar mis ojos perdidos y llorosos por ella. Ella tenía alguien en su vida, yo estaba consciente, pero eso no me impedía sentir aquello que alguna vez nos acercó. Seguimos caminando lentamente para extender nuestra compañía lo más que podíamos. Me contuve las ganas de tomarla de la mano, sabía que no era lo correcto, pero tenía tantos deseos de hacerlo. Continuamos nuestros pasos y llegamos al andén que nos separaría.
Me pregunto ¿por qué terminamos?, ¿qué hubiera sido de nosotros si el destino no nos hubiera separado? Fue mi error, yo la alejé de mi lado. A pesar de que la quería demasiado, fui un estúpido y la perdí. Aún recuerdo aquel 9 de marzo ya hace 4 años. El recuerdo aún sigue impregnado en mí, pero ya no quedaba nada por hacer más que seguir adelante, tal y como lo hacemos ahorita. Seguimos adelante hacia nuestra despedida.
Llegamos al andén mientras nos veíamos desconcertados esperando que llegara el tren hacia nuestro destino. Permanecimos en silencio absoluto mientras esperábamos, como si nuestras voces hubieran sido cortadas por la amargura de nuestra tristeza. Después de esperar, el ferrocarril llegó y se paro enfrente de nosotros. Abrió sus puertas invitándonos a despedirnos; se burlaba de nosotros. Abordamos el tren que nos separaría y nos paremos en medio del vagón. Había demasiada gente a nuestro alrededor. Ninguno de los que estaban a nuestros lados importaba, pues solo estábamos ella y yo. Seguíamos callados, afuera se escuchaban las ruedas del tren andar sobre los viejos rieles de metal. En nuestro silencio se escuchó una estrepitosa voz a lo lejos que avisaba la siguiente parada. Ahí bajaría ella.
Inmediatamente nos abrazamos. Permanecimos callados por un corto momento y ella empezó a hablar. Me deseó las mejores de las suertes, que me la pasara bien y que me cuidara en donde quiera que este tren me llevara. Fue después de que calló que una sensación me abordó por todo el cuerpo. Mis brazos se habían paralizado alrededor de ella. En ese momento, sabiendo que nos separaríamos y que no nos veríamos en un largo tiempo, aquel deseo que me había surgido cuando estábamos juntos, aquel amor que sentía por ella volvió. Volvieron a mí las ganas de besarla. Sabía que no era lo correcto y que no debía sentirme así, pero quería que nuestros labios rozaran y se fundieran en unos. No era un deseo carnal, sino uno emocional. Quería que nuestras almas se convirtieran en una, que danzaran en medio de la muchedumbre, que nos aisláramos, que nos hiciéramos uno, como nunca lo fuimos cuando estuvimos juntos. Me arrepiento de no haberlo hecho.
Antes de que sucediera algo nos separamos. Las puertas del vagón se abrieron detrás de ella. Ella empezó a caminar hacia fuera mientras yo permanecía sólo en medio de la cabina. Caminó y se paró enfrente de las puertas abiertas del vagón. Me miraba detrás de las oscuras gafas de sol. Cruzamos miradas hasta que las puertas comenzaron a cerrarse. El tren empezó a avanzar y nuestra separación se fue haciendo cada vez más grande. Permanecí inmóvil en el centro de lo que ahora era mi mundo mientras la observaba caminar lejos de mí. A través de la ventana la vi moviendo su mano, despidiéndose de mí en su último intento de mantenernos juntos el mayor tiempo posible. Después de eso, ella desapareció. Espero volverla a ver.
Una lágrima recorrió mi mejilla. El tren siguió su camino. Los seres se esfumaron. El vagón se llenó de oscuridad. ¿Dónde estoy? No importa donde esté, lo que importa es que ella ya no está. Todo está negro y lo único que logro ver es su recuerdo en mi mente. Me aferro a él como si fuera el último pedazo de la vida pasada que me queda. Hacía 3 años que no la veía y nuestro encuentro había sido una coincidencia, ¿o no? Después de que nos alejamos y tomamos caminos distintos decidimos que dejaríamos al destino que nos volviera a juntar. No sé si el destino nos juntó en esta ocasión, pero estoy feliz de haberla visto una vez más antes de irme. En un pequeño instante, revivieron todas las memorias y los recuerdos que tenía de ella. Volví a sentir aquello por lo cual me enamoré de ella. Sentí que éramos dos niños de nuevo, que nada nos podía separar y que estaríamos juntos para siempre. La cruda realidad duele. La volveré a ver, no importa si el destino no quiere. Lucharé por estar con ella una vez más. Hace años no me di cuenta de lo que tenía, de lo que perdí, pero ahora he venido a realizarlo. La quiero.
La extraño. Ahora más que nunca me ha dolido nuestra despedida. Me encuentro sólo en un tren a oscuras sin saber qué rumbo ha de llevar. La gente que quiero ha quedado atrás junto con mi vida. Solo quedan los recuerdos de aquellos seres queridos para mí. Ellos me acompañaran en este nuevo camino que estoy a punto de tomar. Los necesito. Sé que su recuerdo estará ahí para cuando me hagan falta, pero no puedo evitarlo. Me duele estar lejos de ellos. Su memoria me seguirá como un fantasma a todos lados, sé que no estaré sólo. Pase lo que pase, nunca te olvidaré Cecy, pero por ahora, debo partir.
Hace tanto tiempo que no la veo. La extraño demasiado. La última vez que la vi fue en un aeropuerto, nos despedíamos. Sabía que al dar los primero pasos por esas escaleras de metal no había marcha atrás, pero no sabía cuanto iba a doler. Día tras día sigo pensando en ella. Noche tras noche no he podido dejar de soñarla. Un final feliz que hasta ahora solo existe en mis sueños. Una vida utópica que me parece imposible alcanzar. Si tan solo ella estuviera aquí, mi vida estaría completa. Soy feliz, pero de qué sirve la felicidad si no tienes con quién compartirla. Escribo cartas al viento con la esperanza de que lleguen a un destinatario. Escribo para que mis palabras sean esparcidas por los cuatro vientos y todo el mundo pueda ser testigo del amor que le tengo. Probablemente seguir pensando en ella sea doloroso, llámenme masoquista, pero sería una peor tortura no tenerla en mi mente. Hay algunos pensamientos que me guardo porque me da pena compartirlos. No creo que alguien me logre comprender. Entre tanta modernidad hemos ahogado el verdadero sentimiento del amor. Tal vez porque muchos le tienen miedo, temor a salir herido. Por ahí dicen, si juegas con fuego te vas a quemar. Creo que eso fue lo que me pasó.
Sigo tendido en la cama revolcándome entre las almohadas intentando recordar que más pasó en mi sueño. Una lágrima recorre mi mejilla de tan solo pensar que he matado a la mujer que más quiero en mi vida. Hago mi mayor esfuerzo para averiguar porque lo hice. Mi mirada se torna roja y solo logro ver llamas a mí alrededor, llanto, sufrimiento y a ella. La veo alejándose de mí. Quisiera que estuviéramos juntos. Han pasado demasiadas cosas estos últimos meses que no sé como explicarlos, ni siquiera sé por donde empezar. Tal vez deba dejar eso para otro momento. Ahorita me quiero concentrar en ella. Porque ella es todo lo que existe para mí en este momento, siempre lo ha sido y así seguirá siendo. Cierro los ojos por un instante para hacer un esfuerzo más de saber lo acontecido. Estamos en una escalera ambos felices, ambos vivos. Vuelvo a despertar con una desesperación inmensa. Sigo sin saber lo sucedido. Daría tantas cosas por poder abrazarla de nuevo como lo hice en ese aeropuerto. De haber sabido que no la volvería a ver en años la hubiera abrazado más para impregnar mi alma con su esencia. Tan bello momento que logro recordar, una noche juntos, una luna alumbrándonos, una despedida con un abrazo corto, un beso efímero, un recuerdo permanente.
Recuerdo este lugar. No sé como se llama ni en donde se encuentra pero me parece muy familiar, como si ya hubiera vivido antes en el. Lo recorro solitariamente con el fin de encontrar a alguien conocido que me diga donde estoy. Camino sin ninguna dirección mientras todo se empieza a tornar brillante, como si la luz entrara por ventanas invisibles. Comienzo a ver gente pasar a mi lado tratando de esquivarme. Todos me miran decepcionados como su hubiera hecho algo malo. Sigo caminando sin darle importancia al momento. Entre toda la multitud logro ver su figura. Vestía un atuendo negro y tenía una mirada seria y fría. Camino hacia ella golpeando mis brazos con la gente que camina a mí alrededor. Llego hasta donde está ella y comienzo a hablar con ella. Hace tanto tiempo que no le dirigía la palabra, no sé que decirle. No sé si sus sentimientos hacia mi sigan siendo los mismos. Yo la sigo queriendo igual que el día que me enamoré de ella. No, la quiero aún más, porque ahora que he estado lejos de ella me he dado cuenta de cuanta falta me hace. Abro mis labios estúpidamente tratando de balbucear unas cuantas palabras hacia ella. Un hola es todo lo que me sale. No parece haberle importado pues seguimos hablando de manera usual, como si nada hubiese sucedido. Sigo pensando en mi mente si ella aún me quiere. No lo puedo evitar, es algo que me consume desde adentro, maldita duda.
Lo más correcto hubiera sido continuar con la platica con un ¿cómo estás?, pero como mencioné antes, fui estúpido. Seguimos caminando paralelos, ella seguía con su mirada fría y yo con mi duda consumidora. Después de avanzar unos cuantos metros más llegamos a un aposento hermoso, lleno de hermosos recuerdos y de bellas cosas. Al llegar ella se detuvo súbitamente y dirigió la conversación hacia mí. Me dijo que debía incendiar el lugar. Yo me quede sorprendido, no sabía que decir. Continué con la conversación. Le dije que por favor no lo hiciera. Hay tantos recuerdos concentrados, que incendiar el lugar, sería quemar nuestro pasado. Seguimos callados por un momento y ella me dijo que tenía que hacerlo. Nos despedimos y cada quien se fue por su lado. Me quedé pensando en lo que había dicho y porqué tenía que hacerlo. No podía dejar que sucediera, no dejaría que nuestro pasado fuera consumido entre el calor del fuego.
Las imágenes siguieron trascurriendo en mi cabeza sin saber que orden llevan. Parece que ha pasado un día desde nuestro encuentro. Regreso a aquel hermoso aposento. Me siento en medio del lugar y espero a que ella llegue. Sabía que vendría, esperaba convencerla de que no lo hiciera. Fijo mi mirada hacia la puerta esperando a que llegue. Pasan los segundos y la veo parada debajo del marco de la puerta. Antes de que alguien hiciera algo, comenzamos a hablar. Le pedí por favor que se detuviera de hacer esto. Ella me respondió que lo lamentaba, pero era algo que debía hacer. Seguimos discutiendo acerca del tema por un largo rato más. Tenía una pregunta más que hacerle. Debía salir de la incertidumbre. Debía matar de una buena vez aquella maldita duda que me atormentaba. ¿Aún me quieres Niche? Vaya sensación que me recorrió al hacer esa pregunta. Sentía tanto miedo por no saber que respondería. Un breve silencio se apoderó de la escena y al final respondió, sí. Un bienestar sin igual recorrió todo mi cuerpo mientras estaba sentado. Ahora intentaría usar eso para disuadirla de hacer lo que tenía que hacer. Le dije que si me quería que por favor no lo hiciera. No pensaba moverme del centro, no iba a dejar que nuestro pasado se fuera ahogado en tan hermoso y destructivo elemento. Me pidió perdón una vez más y se dispuso a hacerlo. Mostré una cara de decepción y tristeza. Levanté mi mirada hacia ella y le volví a pedir por favor que no lo hiciera. Una vez más ella dijo lo siento, te quiero, pero debo hacerlo. Lanzó una llamarada combinada con una especie de bomba. Todo se torna rojo. ¿Por qué? Caigo al suelo. Desesperadamente trato de levantarme ¿No me quieres más? Llamas alrededor del lugar. Se desvanece nuestro pasado. ¿A dónde iré? Todo se está consumiendo. Veo el techo carcomerse entre las llamas. Cierro los ojos. Es lo último que recuerdo, el ardor del fuego rodear mi cuerpo quemándome el alma. Adiós.
No sé que me duele más, haber sido consumido por el fuego o saber que no lo importó quemarme con tal de cumplir su objetivo. Todo se encuentra negro. No puedo moverme. No veo absolutamente nada. No siento nada. ¿Habrá sido una mentira? No puedo dejar de pensar en lo sucedido, al menos es lo único que puedo hacer. No sé donde estoy ni sé si regresaré a algún lugar. Todo se ha ido. Como dije antes, jugar con fuego te puede quemar. Quererla fue mi decisión no me arrepiento de hacerlo. La quiero demasiado. A pesar de que he tenido que pasar por el dolor de aceptar que estamos lejos, sé que algún día estaremos juntos. Supongo que más que el ardor de mi piel siento el ardor dentro de mí, como si algo consumiera mi alma. Así es el amor. Una vez que estás dentro te empezará a consumir lentamente. Sabes que habrá alegrías, pero también tristezas, emociones y decepciones, todo junto son caras de un mismo dado. No puedo olvidar lo sucedido. Debe de haber una razón.
Poco a poco comienza a haber luz en mi mundo. Parece que no he muerto. Puedo sentir mis extremidades intactas, como si nada hubiera pasado. Empiezo a escuchar demasiado ruido a mí alrededor, sigo sin saber donde estoy. Poco a poco la imagen delante de mis ojos deja de ser borrosa. Me encuentro en unas gradas de madera viendo un juego sin importancia. Veo mis piernas y mis brazos, siento mi cara. No parece haber ninguna herida. Me pregunto que ha pasado y dónde está ella. A mi lado se encuentra un señor desconocido para mí. No le pongo mucha atención debido a que sigo sumergido en mis pensamientos. Después de un poco comienza a hablar de un incidente en un salón. Había sido consumido por las llamas y ahora no queda nada de él. Me da tanta tristeza el saber que en realidad ha sucedido, pero me da curiosidad cómo salí vivo de ahí, si es que sigo vivo. Sigo escuchando la conversación del señor. Mencionó que alguien había sido rescatado de la explosión milagrosamente. Ese debí ser yo. Aún no sé cómo, pero carece de importancia. Sigo oyendo lo que dice. Mencionó que la responsable era una mujer. No sé porque le dije lo siguiente, pero lo hice. Yo la conozco. Me volteó a ver y me preguntó si era verdad. Le respondí que sí. Volteó su mirada a uno de sus bolsillos y sacó una pequeña pistola negra bien pulida. Me la puso en la mano y me dijo que fuera a hacer justicia. ¿Qué? Ahora tengo que matarla.
Me levanto de las gradas sorprendido. Comienzo a caminar hacia la salida del lugar. Observo la pistola puesta en mi mano derecha y me pregunto si en verdad voy a hacerlo. Primero debo encontrarla. Escondo la pistola debajo de la manga de mi suéter gris para que nadie la vea. El lugar estaba repleto de personas y era peligroso que yo la anduviera exhibiendo para todos lados. Seguí caminando entre la multitud dudoso y con un temor indescriptible. De nuevo sigo chocando mis brazos contra cuerpos errantes en un pasillo oscuro. Volteo para todos lados intentando encontrarla. Sigo poco a poco con tanta ansiedad. Siento mi mano derecha sudada por sujetar la pistola. Levanto un poco mi mirada y logro ver un vestido azul, es ella. Levanto mi mano en su dirección e intento apuntar bien mi objetivo. No puedo. Hay demasiada gente a mí alrededor. Uso eso como excusa, pero la verdad es que mi dedo se paralizó detrás del gatillo. La gente no me importa, nunca me ha importado. Bajo mi mano lentamente cubriendo la pistola y continuo en su dirección. Esquivo a cuantas personas me es posible pero me es difícil por la multitud. Camino hacia delante con tanto miedo. No lo puedo evitar. Llega a un salón desolado y empieza a subir unas largas escaleras. No hay nadie. Es mi oportunidad. ¿Podré hacerlo?
Corro rápidamente para detenerla antes de que suba al segundo piso. Escondo la pistola para que no se dé cuenta de que voy armado. Llego hasta donde está ella casi sin aire. Intento recuperarlo poco a poco. Ella me observa y me pregunta si estoy bien. Le respondo que sí. Comienzo a hablar con ella de nuevo. Se ve hermosa. Un vestido azul turquesa destellante es el que trae puesto. Una sonrisa encantadora de par en par. Unos ojos hipnotizantes que no dejan de observarme. Una mirada inocente que me sigue para todos lados. No puedo hacerlo. ¿Aún me quieres? Sí. Eso me saco de mi lugar. Sigo pensando en lo que ella me hizo. ¿Me estará mintiendo? No sé. No le recuerdo el incidente, solo sigo hablando con ella. Yo también te quiero. Te he extrañado demasiado estos últimos meses que no he podido dejar de pensar en ti. Lo único que pasa por mi mente es que podamos estar juntos de nuevo. Sé que han sido difíciles estos días de separación, pero al final podremos estar juntos y nadie nos va a separar. La abrazo fuertemente con ambos brazos intentando no tocarla con la pistola. Levantamos el rostro y nos damos un beso en los labios. Es lo que había estado esperando por tanto tiempo y ahora se ha hecho realidad. Ahora lo entiendo, ella tenía razón. El pasado ha quedado atrás, ahora nuestra historia será escrita. No hay que mirar atrás, pues todo lo que queda es… ¡Bang! Lo hice.
Dejo caer la pistola por la escalera mientras seguimos abrazados para que no se dé cuenta. Hace un ruido escandaloso por el eco del lugar. Ella se estremece y me pregunta qué ha sido ese ruido. Le respondo que solo se ha caído algo del segundo piso. Me alegra no haber tirado del gatillo. De haberlo hecho todo se hubiera ido por un tubo y nuestros sufrimientos habrían sido en vano. Ahora estamos juntos y nada nos podrá separar. No habrá llamas que nos puedan alejar. Solo existirá nuestro fuego que consumirá todo a su paso mientras nuestras almas bailan como una sola. Nos despegamos poco a poco de nuestro abrazo. Ambos mostramos una sonrisa de par en par por lo que ha sucedido. Continuamos subiendo las escaleras con las manos agarradas y entramos a nuestra siguiente habitación, a nuestra historia.
Me hubiera encantado que la historia terminase así, lamentablemente todo es mentira. Mi dedo se encuentra completamente sumergido en el gatillo. El olor de pólvora se muele por todo el lugar. No puedo creer lo que he hecho. ¿Por qué lo hice? Me quedo atónito por lo acontecido. Estoy paralizado por ese estruendoso ruido que no para de sonar en mi cabeza. Cae su bello cuerpo sobre mis pies inerte. La sangre empieza a recorrer los escalones bajando lentamente hacia el primer piso. Caigo al lado de ella y la abrazo. No puedo evitar llorar amargamente sobre su rostro. La quiero tanto. ¿Por qué lo hice? Ahora me arrepiento más que cualquier otra cosa que haya hecho en mi vida. Mi amor, mi cariño, mi vida se ha esfumado entre el pestilente aroma a pólvora, maldita pistola. Sostengo su hermoso cabello teñido de rojo sobre mis manos. Veo sus hermosos ojos castaños dilatados fijos en mí, como si vieran hacia adentro de mí ser. Una terrible sensación me inunda. No puedo evitar arrepentirme tanto que las lágrimas me duelen. Por más que quiero regresar el tiempo no puedo. Lo hecho, hecho está. Me duele tanto el corazón. Siento que estallo en llamas por dentro. Esa sensación de ardor que hace poco sentí en el exterior ahora lo siento internamente tratando de salir por mis poros. ¿Por qué? Una pregunta que jamás será respondida. Tendida en mis brazos le dedico mis últimas palabras. Te quiero Niche y siempre lo haré. Perdón por lo que he hecho, no fue mi intención, no sé que me pasó. Tengo tantas ganas de abrazarte una vez más y sentir tu calor. Quiero probar tus labios una vez más, perderme contigo en un vals que solo sonaba para nosotros. No sabía lo que tenía hasta ahora que te encuentras lejos de mí. No ha pasado mucho tiempo, pero te extraño como si ya hubiera pasado una eternidad. Lamento haberte dejado en las manos del destino, pero te prometo que te buscaré por todos lados. Te prometo que un día te encontraré. El destino nos devolverá el tiempo que por naturaleza es nuestro y volveremos a estar juntos. Te prometo que por siempre te querré.
No puede acabar así. Abro los ojos súbitamente con un temor inmenso. Sigo sobre mi cama empapado de sudor. Me quedo pensando en lo que ha pasado. ¿Qué significa? No puedo moverme para ningún lado. Me siento atrapado entre sábanas y almohadas. Me estiro lo más que puedo para intentar sujetarme de algo y poder salir de aquí. Mis esfuerzos son inútiles, solo la desesperación crece más y más. Me doy por vencido. Fijo mi mirada al abanico blanco que gira sobre mí incapaz de apagar el tormento en el que me encuentro. Pierdo mis ojos en cada oscilación que da. Siento que caigo en un espiral interminable. Hace tanto tiempo que no la veía y ahora ha desaparecido de esta manera, una despedida indeseable. Después de todo, eso es el amor. Es un constante tormento cuando se esta alejando de él. No puedo dejar de pensar en la persona que más quieres. Sientes como se carcome tu ser a cada segundo que pasa. Los días se hacen eternos y caminar por las calles solo es como caminar sobre brasas ardiendo. Todo se ha consumido. Ahora solo queda esta pequeña chispa de amor hacia ella que nunca se extinguirá.
He llegado a mi casa exhausto. Me recuesto sobre mi cama y abro mis brazos y piernas hasta tocar su borde. Expando mi cuerpo para no dejar espacio para que nadie más se acueste. Sé que no volverá. Días, semanas, incluso meses han pasado desde la última vez que le escribí a alguien muy querida. Permanezco errante en una cama desconocida para mí. Siento la ligera brisa tocar mi cuerpo en el extremado calor del cuarto. Cuatro paredes imaginarias me confinan en una soledad abrumadora, cuatro paredes que yo me he creado o que finjo haberlas creado, para no creer que alguien más lo hizo, me separan de aquella persona. Cierro mis ojos y trato de verla en mi mente. Ella está aquí.
Abro ligeramente mis ojos y una antigua puerta aparece enfrente de mí. Fijo mi mirada en la puerta esperando que ella la abra. Conscientemente sé que nunca la abrirá, no entrará por esa única salida de mis barreras imaginarias, pero aun así, vivo con la esperanza de que algún día ella entre y me saque de mi confinamiento. Clavo mi mirada al picaporte esperando que de vueltas. Cierro mis ojos e imagino que alguien entra. Es ella.
Han pasado ya meses desde que solo he querido que ella entre por esa puerta. Sentimientos encontrados me han abordado desde el comienzo de esta bella historia, aun así, la puerta sigue cerrada. Aun con mis ojos fijos en la puerta, me entra un súbito cansancio y me tumba sobre la fría almohada de mi desconocida cama. Mi mirada se ha cansado, pero mis pensamientos revolotean alrededor de mi cabeza pidiéndome algo, un rayo de esperanza que les de la ilusión de que al abrir mis ojos puedan volar fuera de mis paredes.
¿Qué pienso? La extraño. Quisiera que nuestra historia fuera diferente. Cuando estoy con ella todo resplandece. El entrar y salir y esperar que del otro lado encuentre su bella sonrisa me dan fuerzas para seguir. La veo y me hace sonreír aunque el resto del mundo este llorando. Cuando una multitud de personas se encuentran alrededor mío y me sofocan, su presencia realza y me permite ponerme de pie y caminar hacia ella. Entre los pensamientos que me abordan se encuentra ella. Espero algún día poder estar con ella, por ahora, permanezco en mi cama, con los ojos cerrados, escuchando el silencio del picaporte con las ansias de que se abra. No estamos juntos.
Sigo pensando y traigo a mi mente lo acontecido el día de hoy. Hace tiempo que no la veía y hoy esperaba fuera un día encantador para ambos. Al menos yo quería que fuese así. Hace unos días, en nuestro encuentro, se entrometió una barrera que no permitió estar juntos y que convirtió nuestra noche en otra distinta. Hoy se convertiría en aquel momento esperado donde podría estar con ella. Quería hablar con ella para decirle lo mucho que la había extrañado. Quería tomarla fuertemente con mis brazos para no dejarla ir. Quería darle besos en su bella y ruborizada mejilla para demostrarle el mucho cariño que le tengo. Sin embargo, no fue así.
Todo empezó como suele hacerlo. Muy de mañana llegamos al lugar predestinado para nuestro encuentro. Desde un principio yo quería festejarla por un importante acontecimiento para nuestras vidas. Quería sujetarla con un abrazo y darle las gracias por los inolvidables sueños que ella me ha brindado. A primera instancia no nos vimos. Cada quien se fue por su lado y anduvimos errantes hasta encontrarnos. Las horas pasaron, los minutos se volvieron eternos y cada segundo se volvió un largo esperar para volverla a ver. Durante la larga espera, hubo un momento, un instante hermoso, lleno de esperanza. Fue como imaginar mi puerta abrirse enfrente de mí y observar como un rayo de ilusión entraba en la habitación de mi confinamiento. Esperando, sentado sobre una fría y desolada mesa, ella entró.
Me encontraba sentado encima de la mesa de un cuarto ligeramente más grande de aquel que encierra mis pensamientos. En un momento de completa desesperanza, la vi entrar por aquella puerta blanca. Abrió la puerta en busca de alguien. Me decepcionó y entristeció que ella no me estuviera buscando. Me hizo dudar sí ella me había extrañado como yo a ella. Aun así, me encantó verla entrar a mi habitación. Su voz hizo vibrar mi corazón al escucharla hablar por primera vez en mucho tiempo. Al verla parada en el marco de la puerta una avalancha de sentimientos vino sobre mí. La luz del exterior penetraba detrás de ella a la habitación oscura. Dentro de mí, ella llegó a iluminar mis semanas de amargura por no haberla visto. Se veía hermosa. Me gustaría describirla con más palabras, pero no podría. Mis ojos estaban cegados ante su resplandor. Su bella sonrisa penetró en mí ser como una flecha de fuego a una fortaleza. Fijé mi mirada en aquella figura angelical. A pesar de que fueran solo unos segundos, sentí cómo mi mundo volvió a dar vueltas por su presencia. Y luego, algo maravilloso sucedió. En mi pérdida de consciencia, ante su ser, ella me miró y me sonrió.
Estábamos allí, dos almas errantes en busca de quien las completaran se miraban fijamente con una sonrisa de par en par. Me saludó levantando una mano, yo regresé el gesto con mi mano. Es difícil expresar lo que sentí en ese momento, pues su bella presencia había alegrado e iluminado la oscuridad de mi espera. Sin embargo, tan pronto como llegó, así también se fue. Me quedé inmóvil sobre la mesa, sin poder acercarme a ella, solo con mi mano levantada para ella. Se retiró y tras ella se volvió a cerrar aquella vieja puerta blanca. La habitación volvió a ser un confinamiento. Solo me quedé yo en las cuatro paredes. Ella ya no estaba.
Su bella imagen quedó plasmada en mi mente mientras mis pensamientos seguían revoloteando alrededor mío. El tiempo que parecía haberse congelado ante su presencia seguía su tortuoso movimiento habitual. Seguían pasando los segundos, esperando volverla a ver. La oscuridad del cuarto había regresado, pero ahora se encontraba encendida una tenue llama. Una luz que me guiaría a encontrarla de nuevo. Después de largas semanas, la volví a ver, bella y radiante, tal y como la recordaba. Debía seguir esperando a que el tiempo transcurriese para estar con ella. Muchos minutos pasaron y el movimiento de la gente indicaba que era el momento de encontrarme con ella. Estaba nervioso y a la vez alegre por esta oportunidad que se hallaba frente a mí. Volvería a estar con ella.
Corrí entre la multitud que se agolpaba alrededor mío para encontrarla. Esquivé un montón de masas hasta que logré verla. Con cautela y nerviosismo me acerqué a ella. Seguía viéndose hermosa. Me paré enfrente de ella y le dije hola. A partir de aquí, me hubiera gustado que todo fuera diferente, pero no lo fue.
Al estar frente a ella un sentimiento de ansiedad me abordó. Quería decirle todo lo que sentía, abrazarla, besarla, estar con ella. Pero ahí, frente a ella, se mostró indiferente. Volvió a aparecer la barrera que la última vez que nos vimos nos distanció. De nueva cuenta, estando juntos, sentí un abismo abrumador entre nosotros. Forcé un hola e intenté seguir con la plática, pero ella seguía volteando hacia otra parte, sin ponerme atención, siendo indiferente. Recordé por lo que había venido, me abalancé hacia ella y la abracé. Ella puso una cara de sorpresa. Le di un beso en la mejilla y le di las gracias. Me aparté y volví a estar frente a ella. El tiempo pasó, los segundos se congelaron y el transcurso del reloj no eran más que alfileres al corazón. Después de un tiempo, me di cuenta que seguiríamos estando así, que no cambiaría. Me despedí, nuestros hombros rozaron mientras caminaba al lado suyo, alejándome de ella. Nuestras espaldas se vieron y la distancia empezó a incrementarse. Una ligera y salada lágrima empezó a recorrer mi mejilla derecha. Una vez más me alejaba de mi cariño sin poder estar con ella. Una vez más sentí aquella desoladora soledad estando a su lado. Una vez más me dirigí a mi desconocida cama. Una vez más me encuentro recostado, solo.
¿Qué siento en mi mejilla? La misma lágrima que salió de mi ojo al alejarme de ella ahora vuelve a bajar por mi rostro hasta mojar la almohada. Sigo recordando aquel momento de alegría y tristeza. Un sentimiento de desesperación e impotencia, al verla parada enfrente de mí, ignorándome, me abordó estando sobre mi cama. La recuerdo. Su bella imagen resuena en mi mente. Me hubiera gustado un final distinto. El cansancio termina de tumbarme. Cierro mis ojos para seguir así permanentemente. Me transporto al mismo lugar donde la barrera había aparecido. Estoy de nuevo frente a ella. Esta vez será diferente.
La veo sonriente enfrente de mí. Es la misma historia escrita con otro lápiz. La abracé fuertemente con la misma intención que lo había hecho anteriormente. Nos separamos y nos vimos cara a cara. Antes de retirarme de la misma manera de aquella vez, ella me gritó con tono de reproche. Me dijo que si esa era la forma en que quería conquistarla, que sí así era la manera de tratar a quien quería. Esta vez ella fue la que se alejó de mí. Un semblante de tristeza y enojo cambiaron su bello rostro. Cruzó la calle a paso firme, marcando cada uno de sus pisadas con tal enojo que cada una me recordaba lo débil que yo era. Alejándose, vi una lágrima caer desde su ojo hasta golpear el suelo. El suave sonido de su bella gota de tristeza inundó mi ser. Corrí sin titubear hasta el otro lado de la banqueta. Corrí con la intención de acercarla a mí. Volví a estar frente a ella, pero en lugar de abrazarla y besarla, continúe con el reproche. Ahí estaban nuestras voces cortadas. Peleándose entre ellas, sin sentido, pero a la vez con un mismo sentimiento. Querían fusionarse, hacerse una en un silencio inmutable. Querían callarse mutuamente. Querían ser un solo sonido.
Comencé diciéndole que era lo que quería de mí. Que esperaba que yo hiciese. Que necesitaba hacer para estar juntos. Ella me mostró una cara de desprecio. Mostraba en su rostro un sentimiento de angustia. No quería hablar conmigo. No quería regresarme mis reproches. Sin embargo, yo sabía que quería gritarme, como se le grita a los cuatro vientos. Quería que estuviéramos juntos. De nuevo se alejó cruzando la calle a la banqueta donde todo había comenzado. No sabía que decirme y yo no sabía qué hacer. Pero, de la nada, la misma luz de esperanza que había brillado hace poco, se postró enfrente de mí. Me mostró el camino que debía seguir hacia ella. Sin titubear salí corriendo atrás de ella. Fue tan repentino el momento que no se dio cuenta en que instante empecé a correr. Antes de llegar a ella, alcanzó a voltear. Di un brinco y ambos extendimos nuestros brazos. Caí en sus brazos y la apreté con muchas fuerzas. Nos sostuvimos el uno al otro. Por fin estábamos juntos, como queríamos. Nos abrazábamos con mucho ímpetu, ninguno de los dos quería separarse. Sentí mis mejillas empaparse por nuestras lágrimas. Alrededor de nosotros todo se congelo. Un abrumador silencio se escuchó y solo se oía nuestra respiración y nuestros corazones latir por el otro. Entre el silencio, una tenue voz retumbó en mi mente y sin pensarlo dos veces le demostré mi sentimiento. Te quiero Niche.
Permanecimos abrazados por un largo tiempo. El tiempo seguía detenido sin intenciones de moverse. Le dije si quería que nos retiráramos a un lugar más solo. Caminamos tomados de la mano por la larga banqueta que antes había sido espectadora de nuestra disputa. Caminamos sujetos el uno del otro hasta llegar a una pared amarilla que se encontraba detrás de mí y ella se puso enfrente de mí. Nos tomamos de la mano y empezamos a hablar de nuestra relación. Casi al final de nuestra conversación me puse de pie. Nos encontramos los dos cara a cara y en un instante, abalanzamos nuestros labios hacia el frente. Nuestros labios se encontraron en el trayecto. Nuestras voces por fin se habían unido en un solo sonido. Fue un beso magnífico y único. Después de un largo esperar, nos encontrábamos abrazados, con nuestros cuerpos unidos, besándonos. Parecía que era el comienzo de una nueva historia. Una nueva historia que escribiríamos con la misma mano, sin embargo, no fue así. En la misma alegría que me abordaba, todo empezó a desvanecerse. Ella ya no estaba.
Una oscuridad nubló mi vista y una luz horizontal se mostró enfrente de mí. Abro mis ojos y volteo a mis lados. Ella no está conmigo. Volteo hacia el frente y vuelvo a fijar mi mirada a la vieja puerta. Todo había sido un hermoso final feliz, sin embargo no era cierto. La puerta seguía cerrada.