miércoles, 25 de mayo de 2011

Partida...


¿Dónde estoy? ¿Dónde me encuentro? Hoy me he levantado con una sensación extraña. Estas dos preguntas resuenan en mi cabeza y no encuentro la respuesta. Me siento diferente comparado a como me sentía ayer. Siento que algo ha cambiado, pero no sé que es. Hace frío en el cuarto en el que estoy. No sé donde quede esta habitación, ni sé si es mía o no, pero hay una cama y estoy recostado sobre ella. Lentamente comienzo a mover mis extremidades para intentar sentir algo, pero no hay nada, solo el vacío de la cama al recorrerla con mis dedos. Abro mis ojos poco a poco para intentar reconocer mis alrededores. No hay nadie. Enfrente de mí se encuentra otra cama, alguien debe dormir en ella, pero no lo conozco. Termino de abrir mis ojos y logro ver el cuarto en su totalidad. Es un tanto pequeño pero acogedor, con un color monótono en sus paredes que me rodean incesantemente. Veo una ventana y una tenue luz solar traspasar por sus cortinas. Parece que es de mañana, pero no recuerdo haberme quedado dormido ¿Estaré soñando?

No logro recordar ningún momento previo a mi estadía en este lugar. Ahora sólo existimos él y yo. Que curiosa combinación, un cuarto desconocido y un habitante errante. Cautelosamente me paro de la cama y pongo mis pies sobre la fría alfombra. Camino tambaleándome hacia la puerta que pienso es la salida de esta prisión. La abro con un miedo infundado por no saber qué habrá del otro lado. Termino de abrir la puerta y lo único que veo es un pasillo oscuro lleno de puertas idénticas a la mía. Doy pasos lentamente para alejarme lo más posible de donde estaba. A pesar de no conocer aquella vieja habitación me da miedo dejarla atrás. Creo que ahora aquel cuarto es aquello que las personas normales llamarían hogar.

No hay ninguna luz en aquel tétrico pasillo. Ninguna de las infinitas puertas se encuentra abierta, solo la mía. Volteo hacia ambos lados para intentar encontrar una salida de este horrible confinamiento. A la izquierda solo se encuentra una pared de concreto, donde no hay más que otro rincón oscuro. Hacia la derecha logré divisar una puerta entreabierta al final del pasillo. Siento la sensación de que podría ser la única salida de mi encierro. Camino cautelosamente por el corredor cubierto de sombras. Mantengo mi mirada fija a la puerta para asegurarme de que no se cierre. Doy pasos cortos con un miedo aterrador porque mi hogar me prohibiera su entrada al único lugar con luz y en el cual me siento seguro. Después de alejarme un poco comienzo a escuchar ruidos extraños provenientes detrás de las puertas y de las paredes. Me entra una sensación de escalofrío y comienzo a apresurar el paso. Bajo un poco la mirada hacia el piso intentando no dejar de ver la puerta del todo. Camino más y más rápido, pero el pasillo parece hacerse cada vez más largo y la salida parece alejarse cada vez más. Dejo de ver la puerta por un momento y dirijo mi mirada hacia mis pies. Veo unas sombras escalofriantes moverse alrededor de mí. Los ruidos se hacen cada vez más fuertes. Gritos y lamentos se escuchan alrededor de mí. Comienzo a correr para dejar todo eso atrás. Corro como nunca antes lo había hecho para alcanzar la manivela de la puerta. La alcancé. La abro rápidamente para escapar del oscuro corredor. Al abrirla no hay más que oscuridad alrededor, pero al menos los gritos y el pasillo han desaparecido. En medio de la oscuridad escucho un curioso silbido. Veo a lo lejos un extraño faro alumbrar hacia mi dirección. Me le quedo viendo fijamente y comienzo a observar que la luz se vuelve más intensa y más grande. Junto con la luz se comienza a escuchar el silbido más cercano. Empiezo a ver una extraña figura acercarse a mí, parece ser un tren. Doy un paso atrás y veo pasar delante de mis ojos aquel largo y doloroso tren que me había separado de ella. Ahora lo recuerdo. Sé dónde estaba antes de aquí. Estaba con ella.

Viajo sólo en un tren lleno de personas desconocidas. Me dirijo hacia un destino incierto sin un fin en lo absoluto. Escucho el rechinido de las vías al chocar con las ruedas del tren. Escucho el vagón tambalearse sobre los rieles. Escucho el incesante parloteo de los seres que me rodean. Hace un calor incontenible dentro del vagón en el que me encuentro. Avanzo un par de calles con el mismo sentimiento hasta llegar a una ciudad que no conozco. No recuerdo a qué fui, pero ahí estaba. Me bajé del tren sin ningún apuro. Me moví en el andén entre la gente que me acompañaban. Trataba de salir de esa bola de humanidad que me sofocaba. Lo logré. Me escabullí entre todos hasta lograr respirar el aire infestado de dolor de aquella metrópoli. Me mantuve vagando entre las sobrepobladas calles de la ciudad por un largo rato. Creo haberla recorrido toda en una sola visita. Me senté a descansar en una pequeña banca de concreto bajo la sombra de un árbol. Estaba cansado de andar por aquellas sucias avenidas. Me encontraba agotado de estar caminando a la par de seres inanimados que no conocía. Incluso en mi intento de descansar se encontraban dos seres expidiendo un humo despreciable que me ahogaba. Me levanté súbitamente harto de oler aquel hedor que expedían. Fue cuando me paré que sucedió algo maravilloso. Entre toda la gente amontonada y el pestilente olor logré reconocer un hermoso destello, su suave y dulce fragancia, era ella.

Ahí estaba ella, caminando entre la multitud de seres inanimados con su siempre bella sonrisa. Ambos nos quedamos viendo mutuamente, congelados en medio de aquella sucia ciudad. Cuando reaccionamos, ambos corrimos hacia los brazos del otro. Los segundos entre ella y yo se hicieron eternos. Ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que la vi. En aquellos días ella y yo teníamos una relación muy bonita, pero acabó por una estupidez mía. Ahora solo quedan las cenizas de aquella unión bajo la simbólica llama que se encuentra sobre nuestras cabezas. Avanzo rápido y lentamente hacia ella, nervioso porque no sabía que decirle ni cómo reaccionaría ante ella. Ambos teníamos una sonrisa de par en par mientras nos acercábamos. Al llegar no salió ninguna palabra de nuestras bocas sino un bello y sincero abrazo. En medio del frío de aquella humanidad detestable, por un momento, pude sentir el calor humano de una persona que tanto quiero. Nos separamos lentamente mientras reíamos y nos mirábamos mutuamente. Nos abrazamos muchas veces más. Movimiento de brazos y cuerpos entrelazados para recordar aquellos dichosos tiempos que habían desaparecido y que ahora recordábamos con un sincero abrazo y una honesta sonrisa. Nos separamos una vez más y volví a recorrer aquella ciudad, pero esta vez no estaba sólo, estaba con ella.

Las calles de la vieja ciudad se inundaron de un aroma cautivante. La suciedad era desplazada por su presencia. Las tortuosas horas de soledad se habían convertido en dichosos momentos a su lado. Los minutos pasaron y los instantes pasaron a ser un fragante recuerdo en mi memoria. Después de muchos años había vuelto a sentir lo mismo por ella. Como si el tiempo no hubiera pasado, parecía que aun éramos esos dos niños escondidos del mundo por temor a que nos vieran mal. Seguíamos siendo esos dos niñatos que peleaban constantemente pero que en el fondo sentíamos un profundo cariño mutuo. Seguíamos siendo esos dos críos que corrían libres por la calle de los recuerdos, jugando a empujarse debajo de la lluvia. Caminábamos con un porte maduro, pero ambos sabíamos que éramos diferentes. Entre todas las caras tristes y caídas se podían observar dos sonrisas de par en par, felices por estar juntos. Estábamos felices.

Las horas pasaron y ninguno quería que se terminaran. Aunque ambos sabíamos que así tenía que ser. Llegó el momento en el que teníamos que separarnos. Juntos caminamos el último tramo rumbo a nuestro lugar de partida. No sé ella, pero yo estaba triste porque una vez más nos tendríamos que separar. Después de tres años sin verla, no quería que nuestro tiempo se acabara, deseaba quedarme con ella para siempre, pero sabía que era imposible. Días después yo habría de partir y cada quién seguiría con su vida, pero no me importaba, aprovechaba cada momento con ella. Caminábamos debajo del intenso sol rumbo a nuestra despedida. Ella tenía unos anteojos oscuros, no sabría decir cuál era el motivo, pero de yo tenerlos los hubiera usado para ocultar mis ojos perdidos y llorosos por ella. Ella tenía alguien en su vida, yo estaba consciente, pero eso no me impedía sentir aquello que alguna vez nos acercó. Seguimos caminando lentamente para extender nuestra compañía lo más que podíamos. Me contuve las ganas de tomarla de la mano, sabía que no era lo correcto, pero tenía tantos deseos de hacerlo. Continuamos nuestros pasos y llegamos al andén que nos separaría.

Me pregunto ¿por qué terminamos?, ¿qué hubiera sido de nosotros si el destino no nos hubiera separado? Fue mi error, yo la alejé de mi lado. A pesar de que la quería demasiado, fui un estúpido y la perdí. Aún recuerdo aquel 9 de marzo ya hace 4 años. El recuerdo aún sigue impregnado en mí, pero ya no quedaba nada por hacer más que seguir adelante, tal y como lo hacemos ahorita. Seguimos adelante hacia nuestra despedida.

Llegamos al andén mientras nos veíamos desconcertados esperando que llegara el tren hacia nuestro destino. Permanecimos en silencio absoluto mientras esperábamos, como si nuestras voces hubieran sido cortadas por la amargura de nuestra tristeza. Después de esperar, el ferrocarril llegó y se paro enfrente de nosotros. Abrió sus puertas invitándonos a despedirnos; se burlaba de nosotros. Abordamos el tren que nos separaría y nos paremos en medio del vagón. Había demasiada gente a nuestro alrededor. Ninguno de los que estaban a nuestros lados importaba, pues solo estábamos ella y yo. Seguíamos callados, afuera se escuchaban las ruedas del tren andar sobre los viejos rieles de metal. En nuestro silencio se escuchó una estrepitosa voz a lo lejos que avisaba la siguiente parada. Ahí bajaría ella.

Inmediatamente nos abrazamos. Permanecimos callados por un corto momento y ella empezó a hablar. Me deseó las mejores de las suertes, que me la pasara bien y que me cuidara en donde quiera que este tren me llevara. Fue después de que calló que una sensación me abordó por todo el cuerpo. Mis brazos se habían paralizado alrededor de ella. En ese momento, sabiendo que nos separaríamos y que no nos veríamos en un largo tiempo, aquel deseo que me había surgido cuando estábamos juntos, aquel amor que sentía por ella volvió. Volvieron a mí las ganas de besarla. Sabía que no era lo correcto y que no debía sentirme así, pero quería que nuestros labios rozaran y se fundieran en unos. No era un deseo carnal, sino uno emocional. Quería que nuestras almas se convirtieran en una, que danzaran en medio de la muchedumbre, que nos aisláramos, que nos hiciéramos uno, como nunca lo fuimos cuando estuvimos juntos. Me arrepiento de no haberlo hecho.

Antes de que sucediera algo nos separamos. Las puertas del vagón se abrieron detrás de ella. Ella empezó a caminar hacia fuera mientras yo permanecía sólo en medio de la cabina. Caminó y se paró enfrente de las puertas abiertas del vagón. Me miraba detrás de las oscuras gafas de sol. Cruzamos miradas hasta que las puertas comenzaron a cerrarse. El tren empezó a avanzar y nuestra separación se fue haciendo cada vez más grande. Permanecí inmóvil en el centro de lo que ahora era mi mundo mientras la observaba caminar lejos de mí. A través de la ventana la vi moviendo su mano, despidiéndose de mí en su último intento de mantenernos juntos el mayor tiempo posible. Después de eso, ella desapareció. Espero volverla a ver.

Una lágrima recorrió mi mejilla. El tren siguió su camino. Los seres se esfumaron. El vagón se llenó de oscuridad. ¿Dónde estoy? No importa donde esté, lo que importa es que ella ya no está. Todo está negro y lo único que logro ver es su recuerdo en mi mente. Me aferro a él como si fuera el último pedazo de la vida pasada que me queda. Hacía 3 años que no la veía y nuestro encuentro había sido una coincidencia, ¿o no? Después de que nos alejamos y tomamos caminos distintos decidimos que dejaríamos al destino que nos volviera a juntar. No sé si el destino nos juntó en esta ocasión, pero estoy feliz de haberla visto una vez más antes de irme. En un pequeño instante, revivieron todas las memorias y los recuerdos que tenía de ella. Volví a sentir aquello por lo cual me enamoré de ella. Sentí que éramos dos niños de nuevo, que nada nos podía separar y que estaríamos juntos para siempre. La cruda realidad duele. La volveré a ver, no importa si el destino no quiere. Lucharé por estar con ella una vez más. Hace años no me di cuenta de lo que tenía, de lo que perdí, pero ahora he venido a realizarlo. La quiero.

La extraño. Ahora más que nunca me ha dolido nuestra despedida. Me encuentro sólo en un tren a oscuras sin saber qué rumbo ha de llevar. La gente que quiero ha quedado atrás junto con mi vida. Solo quedan los recuerdos de aquellos seres queridos para mí. Ellos me acompañaran en este nuevo camino que estoy a punto de tomar. Los necesito. Sé que su recuerdo estará ahí para cuando me hagan falta, pero no puedo evitarlo. Me duele estar lejos de ellos. Su memoria me seguirá como un fantasma a todos lados, sé que no estaré sólo. Pase lo que pase, nunca te olvidaré Cecy, pero por ahora, debo partir.

 
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