Anoche soñé
con una bella dama;
Blanca como
la luna
delante del
oscuro fondo nocturno.
Soñé con
una doncella pura e intocable.
Pobres ojos
de aquel inútil;
cuyas manos
flaquean, intentan y no pueden.
Inalcanzable
belleza delante de él;
portal
inmenso de manjares y vida.
Anoche en
la oscura soledad.
La
distancia golpea y la tristeza ahoga.
Anoche soñé
con aquel símbolo portador de vida.
El portal
de vida abierto delante de mí.
Anoche soñé
con una hermosa mujer.
Resplandor
de mil pasiones, jaula de deseos.
Dulce
sorpresa delante de mi ser.
Imposible
acercarse a su delicada escultura.
Aquella
mujer se paró enfrente de mí.
Su cuerpo resplandecía,
su tersa piel brillaba como cristal puro.
Expuso sus símbolos
de feminidad.
Pobre
diminuto ser ante tal esplendor.
Hay un niño
en un bosque;
perdido
entre los frutos del deseo.
Camina
entre los prohibidos arboles erguidos.
Busca su redención
en la fuente de la eterna juventud.
Hay un
joven que deambula en la tundra.
Se topa con
las montañas de sus sueños.
Blancas
elevaciones de su corazón, dulces geografías.
Intenta
escalarlas, pobre cobardía, son prohibidas.
Hay un
hombre que sucumbe en el desierto.
Busca el
oasis escondido, entre las arenas de la perdición.
Camina
errante buscando saciar la sed.
La
distancia lo ha dejado herido y cansado.
Hay un
anciano sentado en el mar;
recordando
sus sueños de la infancia.
Aun
recuerda sus pechos y su feminidad,
recuerda su
deleite, pobre alma arrepentida.
Anoche soñé
con cuatro estaciones
reflejadas
en un hermoso ser.
Vi a la
mujer más perfecta delante de mí
con sus
paredes abiertas, dulce invitación a la perdición.
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