lunes, 5 de abril de 2010

Una noche nublada...

Es curioso lo que uno puede llegar a sentir por una persona en tan poco tiempo. En la mañana, esa persona solo representa para ti una gran amistad pero conforme avanza el día, te das cuenta de que en la tarde quieres estar con ella y que no quieres que se haga de noche sin recibir un beso suyo. El tiempo transcurre indiscriminadamente y cuanto te das cuenta ya has perdido valiosos momentos que pudieron ser utilizados para llegar al corazón de la persona que quieres.
Las nubes cubrían aquel cielo estrellado que deseábamos ver. Hoy no me toca hablar de mi niña, sino de una persona real a la cual admiro y quiero mucho. Bajo la luna he aprendido como se siente un mero espectador al observar una bella obra de arte a la que no se puede acercar. Sentados en una terraza, sentados a la luz escondida de las estrellas, he sentido una barrera que me separaba de aquella persona. Mis sentimientos hacia ella parecían confusos al principio. Ahora me queda claro que quiero estar a su lado y que derribaría cualquier muralla para estarlo.
Por ahí se dice que estar solo no es que no haya gente, sino que estando rodeado de personas, te falte aquella a quien quieres y consideras especial. Sin embargo, qué significa que estando sin nada de gente y solo esté aquella persona con la que quieres estar, aun así te sientas sólo. Muchas personas menosprecian el valor del silencio y de la soledad. Sin embargo, estando un momento a solas con ella, he sentido que el silencio dice mil palabras y que la soledad se ha envuelto en un mercado de sentimientos. Sentados debajo de las nubes yo solo pedía un poco de lluvia para asemejarse a un sueño que tuve anteriormente.

Estábamos en una iglesia junto con los demás miembros escuchando atentamente a la predicación. Acabando el culto habría un convivio con los miembros de la iglesia arriba, en el salón social. Tras acabar el sermón, todos empezaron a salir por una puerta corrediza de vidrio hacia el salón social. Yo me adelanté y me puse en la puerta central de la iglesia esperando verla para poder decirle algo. Mucha gente salió amontonándose y entre todos ellos pude distinguir a la persona que buscaba. La tomé de la mano y la saqué de la multitud. Le dije que tenía que decirle algo, que si tenía tiempo. Respondió que tenía que subir al salón social para hacer algo, pero que me escucharía atentamente. No recuerdo que llevábamos puesto pero la iglesia venía de blanco en su mayoría. Caminamos el pequeño tramo desde que la tomé hasta afuera de la puerta principal de la iglesia. No nos vimos en esos eternos segundos, pero nuestras manos estaban entrelazadas como un candado que se niega a abrir. Nos pusimos del lado derecho de la entrada del templo y ella se colocó delante de mí. En esos momentos una ligera lluvia empezó a caer sobre nuestros hombros. La lluvia poco a poco se fue intensificando hasta convertirse en un aguacero que terminó empapándonos a los dos. No le di importancia a la lluvia pues estaba con la persona que quería estar y eso me importaba más que una camisa mojada.
La veía directamente a los ojos empapados, su pelo estaba caído por el peso del ligero aguacero. Le recogí el pelo poniéndoselo detrás de la oreja para descubrir su hermoso rostro. La tomé de la nuca y la acerqué a mi cara. Tiempo atrás, ella y yo nos habíamos dicho lo que sentíamos el uno por el otro. Yo le dije que la quería como algo más que una amiga y que quería ser de ella eso que yo mencionaba. Seguía agarrando su nuca, se veía tan bella y la poca luz que había, resplandecía en las pequeñas gotas de agua que recorrían su delicada mejilla. Le dije que ya ambos habíamos dicho nuestros sentimientos y que me gustaría tener una relación con ella. Ella solo sonrió y volteó su mirada apenada por las tenues palabras. No respondió nada y sabía que el tiempo que nos quedaba se acortaba. De la nada, me recorrió un impulso y me abalancé a sus labios como una ligera brisa toca las flores de un campo primaveral. Nuestros labios chocaron en una ligera fricción corporal y en un alboroto sin fin de sentimientos. Nos despegamos casi inmediatamente para el tiempo, pero para mí, las gotas de lluvia se congelaron en el espacio y solo existíamos ella y yo, nuestros cuerpos y nuestras almas danzaban en un baile sin movimiento. Nuestras miradas chocaron como dos seres que en su intento de no encontrarse, su encuentro se vuelve especial y vergonzoso. Lo próximo que recuerdo es el oír de las gotas chocar contra la calle vacía de enfrente de la iglesia y el ver una hermosa sonrisa tras el inesperado encuentro.
Nuestros labios ya se habían separado pero aún quedaba la sensación del pequeño rose que había detenido nuestros mundos por un instante. Antes de que pudiera mencionar una palabra ella dijo que tenía que retirarse. Sabía a donde iba y lo que tenía que hacer así que le dije que estaba bien. No fui inmediatamente tras ella. Caminé al salón social por la puerta a un costado y me acomodé entre todos los miembros que estaban ahí reunidos. Me coloqué enfrente de una barda al fondo del salón social. De pronto la veo entrar por la puerta principal del lugar y desde lejos me le quedé mirando con un sentimiento de paz y alegría. Gracias…Niche.


3 comentarios:

  1. A mi también me gusta mucho como escribes, Bruce.
    Se te ve una persona detallista y muy sensible.
    Me alegró encontrar tu espacio, nos seguiremos viendo.
    Saludos, Queen.

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  2. Hola,
    vaya!!!
    me gustó mucho la manera en que te expresas...
    esas palabras que plasmas hablan con mucha verdad...
    & de cierta manera me siento identificada con ellas...
    igual me alegra el haber encontrado tu espacio...
    saludos.
    cuidate & suerte!

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  3. que bonito escribes, se ve que has plasmado unos sentimientos recientes, pues han quedado muy bien expresados, felicidades y viva el amor!

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